El Latigazo

1.5.05

El rabanito

Hace ya tiempo, escuché por la radio una entrevista con Carlos Salvador Bilardo, ex-seleccionador argentino. En ella, el primer espada de la teoría "Bilardista" del fútbol arremetía contra su compatriota y rival Cesar Luis Menotti. En un momento de la interviú se refirió a él como "el rabanito". Este mote venía propiciado por la curiosa propiedad de estos tubérculos, que no es más que su cambio de color de exterior con respecto al interior. "Menotti es como un rabanito, que por fuera es blanco, pero por dentro es rojo".

No le faltaba razón a Bilardo, suele ser muy común encontrarnos por la vida con numerosos rabanitos, personas que ganan nuestra confianza comportándose de una manera, para realmente ser auténticas víboras y estar podridos por dentro.

Hay que tener mucho cuidado con los rabanitos, pues acechan en cualquier lugar. Sus posiciones en la vida suelen ser siempre de equidistancia, ese sí pero no, cual gallego atribulado bajando las escaleras, que nunca sabes si sube o si baja. La falsedad con la que hacen gala resulta indignante a los ojos de los demás, pero ellos siguen su plan siempre al pie de la letra.

Dicen que el halago debilita, y es cierto. Los rabanitos son auténticos expertos en la materia del halago gratuito. Es por ello que, como humanos que somos, somos presas fáciles para ellos si descuidamos nuestra modestia.

Los peores momentos son aquellos en que un gran amigo se convierte en un rabanito. La decepción es bastante grande, y claro está, las cosas no vuelven a ser las mismas. Y es que los intereses egoistas a veces resultan una losa demasiado pesada al compararse con la supuesta amistad que se tenía.

Lo mejor con los rabanitos es evitarlos y aprender a descubrirlos antes de que nos puedan joder. Desconfiad de aquellos que hagan demasiadas ostentaciones respecto a diversas situaciones que ellos nunca harían. Por la boca, suele morir el pez.

En resumen, que la mejor medicina es la prevención. Los rabanitos, mejor en ensalada.