Führers de bolsillo

Corría el año 1939 cuando a un loco se le ocurrió la brillante idea de anexionarse Polonia, la región de los Sudetes y Renania. Ese loco se llamaba Adolf Hitler y contrariamente a lo que muchos pueden pensar, no dio ningún tipo de golpe de estado, sino que fue elegido democráticamente en las urnas alemanas.
Hoy, casi 70 años después, los rescoldos del führer siguen aun calientes en las enfermas mentes de los nacionalistas, los mismos que han sido elegidos democráticamete en procesos legislativos.

Basta con rascar la superficie de sus proyectos políticos para encontrar, de forma indisimulada, sus anhelos expansionistas. Como caudillos de pacotilla, pretenden anexionar para su "sagrada" causa territorios que no les pertenecen en absoluto, dando lugar a comprensibles protestas por parte de aquellos que, en su legítimo derecho, claman por ser dejados en paz.

Es curioso como todos los nacionalismos acaban desenmascarándose sin pudor, mostrando su dictatorial y expansionista faz: Cuando no hablamos de Navarra, hablamos de Valencia y las Baleares. La guinda la ponen el Bierzo y ciertos territorios astures.
Pero la desfachatez (nótese la palabra utilizada) no acaba aquí, aún con todo ello, se rasgan las vestiduras si cualquiera de los territorios nombrados alza la voz proclamando su libertad, tildando de anticatalanes, o antivascos, o antigallegos, como si su voz fuera la única representante de territorios con una diversidad ideológica plasmable.

Perdonen, señores, pero esta cantinela ya la hemos escuchado, como dije, hace casi 70 años en palabras de un austríaco chiquitito y con mucha mala leche, que en nombre de una enfermiza causa estuvo a punto de llevar a toda Europa al desastre.

Quien sabe, es posible que dentro de poco, no hablemos de nacionalistas, sino de nazionalistas.