¡Quo Vadis, Real Madrid!
Patético, denigrante, sonrojante, humillante... El espectáculo ofrecido ayer por el Real Madrid en su visita a Riazor, agota los calificativos más rimbombantes por el lado de la mediocridad. Un equipo sin alma, que vagaba por el campo con el único objetivo de que el calvario acabase a la mayor brevedad, como suplicando al verdugo que dejase caer de una vez la hoja justiciera sobre su impío gaznate.
Y es que se veía venir. Partamos de la base de que soy furibundo merengón vikingo, lo cual espantará cualquier duda acerca de mi idoneidad para criticar al equipo de mis amores (últimamente sólo de mis desvelos). El Real Madrid huele a cadáver, un cadáver pútrido, malogrado, descompuesto. Una piltrafa zarandeada a voluntad de sus enemigos e incluso de si mismo.Y no resulta fácil encontrar la respuesta a tamaño despropósito, puesto que si uno observa atentamente la plantilla, encontrará cierto equilibrio en todas las líneas, a saber: Un portero de garantías, una línea defensiva suficiente, un medio campo poblado y una delantera
compuesta por el mejor del mundo, Ronaldo.
¿Dónde aparece el pecado pues? Quizá no sea patrimonio de una sola causa, pero el efecto está siendo devastador.El primer error del Madrid está sentado en el banquillo y se llama Vanderlei Luxemburgo, uno de los muchos entrenadores "estrella" que aún no han comprendido que en esto del fútbol, las estrellas son los jugadores. Es un auténtico suicidio deportivo querer meter con calzador un sistema de juego. De locos. Un verdadero entrenador ANALIZA con qué cuenta en su plantilla, y una vez sacadas las conclusiones, CREA un sistema de juego que se adapte a ellos, y no al revés. Eso es un entrenador, un teórico del fútbol que cobra por acertar con lo que necesita un grupo humano.Si hacemos, como digo, las cosas al revés, pues pasa lo que pasa: Baptista desubicado, Roberto Carlos Y Salgado fundidos, Robinho
despistado...
Pero no repartamos sólo al entrenador, que para bien o para mal, sólo entrena. Los jugadores son los que verdaderamente llevan a la gloria o al fracaso a un equipo. En el fútbol de hoy, por muy bueno que seas, si no corres, si no luchas, si no peleas por recuperar el balón, no te comes un rosco. La estampa abúlica del Madrid contra el Deportivo fue alarmante, auténticos monigotes zarandeados, sin garra, sin ORGULLO, sin sangre en las venas... Se puede perder, pero no como se hizo ayer, mostrando una imagen horrible, descorazonadora, deprimente.
Mal pintan las cosas si el equipo no detecta estas irregularidades y se decide a corregirlas, aunque el primer paso lo tiene que dar el presidente, mandando a paseo a un técnico incapaz, y a varios jugadores cuya etapa en el Madrid ha expirado, y se han convertido más en lastres que en soluciones. Hasta que llegue ese momento, habrá que seguir sufriendo y confiando en la resurrección de un grupo que, a día de hoy, no pasa de ser una banda de acomodados talentos.
Para que luego digan que los merengues no somos críticos.